Greco Quiroz Diaz

La imaginación de infante era más osada en mis días de verano en El Charco, creíamos mis amigos y yo, que el pequeño hoyo, que encontramos en la Huaca, cerca de la playa, era sin duda alguna la cueva de Aladino, y después de cada chapuzón en ese mar limpio y sereno, tomaríamos valor para ingresar y sacar los tesoros que ahí se escondían; ah, pero hubo tiempo para nuestras primeras ilusiones sentimentales, siempre a risas; dibujábamos los corazones con nuestros nombres o iníciales, de quienes éramos sobre todo, grandes amigos; en aquellas paredes de adobe de las casas de nuestros padres y tíos, en esa época, en El Charco casi todos, por no decir todos, eran nuestros tíos, y; no es que fuera nuestra familia la dueña de tan preciado Balneario, lo que sucedía, que quienes veraneábamos ahí, siempre nos considerábamos una gran familia, los Palza, los Palza Llaury, los García, Los Escobal, Los Del Campo, Los Leyva, Los Herrera Quiñones, Los Fuentes, Los Javier; entre los que más recuerdo, con el perdón de aquellos que no menciono; y claro está, los Aldana, un hombre como don Juancito Aldana, de quien tengo en mi memoria su gran caballerosidad, generosidad y humildad, tan igual como Don Eduardo Escobal, Pedro Garcia Llaque, Kike del Campo, así como son los hijos de esta tierra azucarera; por ello, ver como año tras año nuestro balneario se viene deteriorando por el abandono de las autoridades obligadas a rescatar lo nuestro, nos parte el alma. Cómo pensar en un futuro, si no reforzamos los valores de nuestra tierra y no cuidamos un centro turístico de grandes potencialidades, la tan ansiada Costanera que está en proceso de ejecución y no hay cuando acabe; el mejoramiento de la carretera a dicho balneario debe ser prioridad tanto para el Gobierno Regional, Provincial, Distrital; y; para la nueva administración de la Azucarera Cartavio, en su rol social; de lo contrario, iremos perdiendo poco a poco a El Charco, así como se están perdiendo las letras del Cartel de Bienvenida.

Sin embargo, abrigo la esperanza de algún día tomar la decisión e ir y sacar los tesoros de Aladino, que hoy por fin, en mi adultez y materialismo, me doy cuenta que sí existieron, y son por supuesto, los valores y principios que nos dejaron todos los que alguna vez pasaron por El Charco, y que, doña Juanita Llaury, o doña Lucha LLaque o doña Bertha Cobián, donde estén, les aviso, gustosas les alcanzarán el mapa; para que, cuando usted quiera; mi amigo lector, también pueda encontrar, esos tesoros. Por ellos, salvemos a El Charco.